martes, 27 de marzo de 2012

ESTAMOS EN GUERRA

Hay veces que a las personas nos cuesta reconocer las cosas. Me refiero a las personas de bien, claro. Personas que sólo pensamos en vivir en paz, con la mayor libertad y dignidad posibles. Y eso en realidad no es malo, si no fuera porque vivimos un tiempo en el que todo anda un poco liado. Pero más que nada porque hay a quien le conviene liarnos, para su interés. Hay una minoría, formada por apenas el 1% de la población, que sí que lo tienen claro. Lo han tenido claro siempre. Usan todos los medios y recursos de los que disponen - que son casi todos - para poder dominarnos. De momento, la verdad, es que se están saliendo con la suya de forma holgada. Esas grandes fortunas, esos grandes capitales, actúan igual que siempre. Pero ellos se han modernizado y nosotros nos hemos acomodado.

¿Cómo es posible que una pequeña parte de la población maneje a su antojo a la inmensa mayoría?. Pues es muy sencillo: ellos siempre han tenido claro que estamos inmersos en una guerra. Una guerra en la que desde el principio, a base de astucia y estrategia, a pesar de saberse en insignificante minoría, se fortalecen en su abrumadora ventaja. De momento nos tienen a su merced y lo saben. Estamos a su merced ya que además de tenernos enfrascados en un indefinido letargo, que no nos deja que acabemos de reaccionar, nos tienen sumidos en un amasijo de incertidumbre, miedo y una pérdida de conciencia de clase que te rilas.

Por supuesto que la pérdida de conciencia de clase, por parte de los trabajadores, es una situación que no se ha producido de forma fortuita. Llevan cuarenta años bombardeándonos con su propaganda y sus consignas neoliberales, para hacernos perder toda ideología y conciencia de defensa de nuestros derechos. Nos han reinsertado en los modelos de consumo, arrancándonos de nuestra función social, o como diría Karl Marx, de nuestro papel dentro de la producción. Convirtiéndonos de esta forma en consumidores y adoptando el modelo de status consumista en detrimento de clase social. El consumo se ha convertido en un generador de ideología “democrática e igualitaria”, hasta hace bien poco financiada desde el crédito. El capitalismo, nos ha dejado entrar en esta vertiginosa carrera de consumo, para favorecer su expansión. Alienados en el trabajo y en el consumo, trabajamos para consumir, no para liberarnos de la necesidad y poder ser más libres.

Desde la época de los Pactos de la Moncloa se estableció una paz social que perdura hasta nuestros días, en la cual, se aseguraba el no criticar al sistema, a cambio de unas mejoras puramente salariales. Salvo las luchas de los 80 contra el desmantelamiento industrial, practicado por el Sr. González, la gran mayoría de luchas posteriores han sido salariales. Si bien es cierto, que las Huelgas Generales desarrolladas contra los Gobiernos del Sr. González, Sr. Aznar y Sr. Rodríguez Zapatero, lo han sido en defensa del empleo, de su carácter indefinido y contra la precarización. Pero lo han sido a la defensiva, sin un proyecto político, de modelo alternativo y anticapitalista. El objetivo era no ceder terreno, nunca avanzar.

Nos encontramos en un punto en que nada es casual. A los trabajadores nos han convertido en consumidores. El sentimiento de clase se ha ido desdibujando. Los Gobiernos alternos tanto del PP como del PSOE, nos demuestran la supremacía del Neoliberalismo, así como han destruido los significados diferenciales de la dicotomía izquierda-derecha. A esto hay que añadir que la izquierda real, abandonó su esencia de lucha en la calle, lo que provocó un desarraigo en su base social.

Por otro lado los sindicatos mayoritarios, que en los últimos tiempos han firmado todo lo que les pusieran delante, con tal de no salir mal parados. Nos han inculcado, por el proceder de sus cúpulas, que después de algunas manifestaciones – cada vez menos – multitudinarias: Las Huelgas Generales, no sirven para nada. Dejando el mensaje en nuestras conciencias de que sólo sirven - en el mejor de los casos – para perder el salario; que el patrón descuente el día al trabajador. Servicios mínimos abusivos, beneficiarse de los mismos logros, por parte de los compañeros que no han secundado la Huelga, han hecho el resto. Instalando el derrotismo en nuestros ánimos.




El momento nos exige desterrar nuestra mentalidad de perdedores a lo largo de la historia. Somos más y la unión nos hace fuertes. Tenemos que luchar por nuestros derechos, igual que lo hicieron nuestros padres y abuelos. Nadie nos ha regalado nunca nada, lo hemos conquistado a base de esfuerzo y lucha. Es nuestro deber para con nuestros hijos y nietos.