sábado, 1 de septiembre de 2012

RESPONSABILIDAD



 “ Cuando algo es necesario y además es imposible, hay que cambiar las reglas del juego: para inventar nuevas dimensiones “.
                                                             Jesús Ibáñez.

 
Hoy he dormido bien, después de bastantes días de sueño intranquilo. Esta mañana, me he despertado notando una sonrisa estúpida en mi cara  y me he repetido a mí mismo: “ responsabilidad “.                                                                                                                    Haciendo un esfuerzo sobrehumano, he decidido levantarme. Después de orinar de forma generosa, me introduzco en la ducha. El contacto con el agua tibia, a la vez que inunda mi cuerpo, hace que comience a espabilarse mi cerebro, devolviéndome de nuevo a la realidad. Vuelve a acudir a mi mente la palabra “ responsabilidad “,  pero esta vez amoldando un triste pasado, a un lamentable presente, augurio de un devastador futuro.
 
 Un país sumido en las tinieblas, donde no sólo no se podía gritar sino que ni siquiera se podía hablar ni sobre política, ni sobre ideas, ni sobre casi nada. Un país, en el que la rebeldía latente de un pueblo, consiguió un atisbo de esperanza. Con este pensamiento de fondo en mi mente, se entremezclan sueños con recuerdos. Rememoro imágenes oníricas y recuerdos mezclados en un todo, conformando una composición de imágenes casi surrealistas.

Era sábado muy temprano. Un niño despertó contento, buscando a su madre. Sabía que su padre y hermanos estaban en sus respectivos trabajos. Se acordó de la conversación que había mantenido con su padre la tarde anterior, por lo que le abordó cierta sensación de euforia. Su madre estaba en la puerta de la calle, encendiendo el brasero de carbón, mientras mantenía una conversación con otra señora del vecindario, esperando ambas, que tirase la lumbre para llevarla dentro de sus respectivas casas. Su progenitora paralizó la conversación intrascendente con su interlocutora, al percatarse de la madrugadora aparición de su hijo, celebrándola e incluso proporcionándole ciertos arrumacos. La madre metió el brasero en casa, bajo la mesa camilla. Se dispuso a tostar pan y calentar la leche en la cocina de carbón, para que desayunase. Le tocaba bañarse, por lo que comenzó a calentar calderos de agua, que posteriormente vertía en un barreño grande de zinc, que tenían para dicho propósito. Debieron pasar un par de años más – al menos – hasta que tuvieron el primer calentador de agua, que funcionaba a gas butano.
  
 “Responsabilidad” – me repito – mientras introduzco pensativo, la taza de leche en el microondas, cuando me dispongo a desayunar, reconociéndome a mí mismo que ya no estoy tan animado. Mientras derramo los copos de cereales en el recipiente, me inunda una pregunta: ¿cuál es el tipo de responsabilidad con el que nos inundan?. ¿ Cuál es su responsabilidad?. 

A mediodía, regresa el padre del trabajo. Ya tiene preparado el baño para antes de la comida, a la que acuden sus tres hermanos mayores. Durante la siesta, el niño escucha una discusión de sus padres que le pone alerta.
 _  No quiero que vayas y menos que te lleves al niño.
_  Se lo prometí ayer por la tarde. Es muy curioso y eso no es malo. De todas maneras, no pasará nada, está autorizada. Será un paseo y le gustará ver lo que es la lucha.
_ También era autorizada la de hace tres semana, y tuve que estar dándote friegas de alcohol de romero hasta el otro día por unos porrazos en las costillas.
_ Escúchame, no hay peligro, te aseguro que está autorizada. Esto está a punto, va a cambiar, tengo un presentimiento. La responsabilidad también está en tratar de darles a nuestros hijos una vida mejor que la nuestra. No sólo en trabajar para asegurarles la manutención. Además, el chico quiere venir y a mí me gusta que venga: que vea como el pueblo lucha por sus derechos.
_ Que te acompañe uno de los mayores, pero al pequeño déjale.
 
Un país, en el que el paso de la dictadura a la democracia, conllevó el blanqueo biográfico de una élite franquista que no vivió un cambio de cultura política pero sí de estrategia electoral, conformando un recorrido subjetivo, entre los vencedores de la guerra civil que iban a asaltar la democracia sin haberla defendido y en muchos casos sin creer en ella. Acataron, con un Jefe de Estado impuesto, y unas reglas del juego atadas y bien atadas por el dictador.

Mastico despacio los cereales remojados en la leche, mientras vuelvo a la realidad: “ responsabilidad “ – me repito con sarcasmo - a la par que tomo el periódico y leo: " El gobierno promete que el  banco malo impuesto por la UE, no costará ni un euro al contribuyente".  Esto también parece formar parte de la psicodelia de un sueño, más que eso, parece una broma pesada.

Era media tarde, cuando su padre solicitó la mano de un niño rebosante de alegría porque se sentía mayor, casi tanto como sus hermanos, a pesar de que alguno le doblaba la edad. Pasó de la tranquilidad ociosa, de una tarde en un barrio obrero, a la multitudinaria acogida del centro de una urbe como Madrid, presidida por un sol tenue. De la curiosidad, pasaba a la expectación, presidida por una ilusión e impaciencia contenida. Observaba con orgullo, como su padre saludaba y conversaba en confianza con buen número de pequeños grupos, que no dejaban de sumarse a lo que ya comenzaba a convertirse en multitud. En un momento las gentes comenzaron a marchar, gritando consignas reclamando libertades. Se repetían cánticos y frases indignadas, que reclamaban derechos a un régimen dictatorial y represivo. Se le quedó grabado: “ El pueblo unido, jamás será vencido “.

Un país donde los políticos y dirigentes de turno, antepusieron el bien del pueblo a los intereses personales y de partido. Donde los gobiernos con sus ministros y secretarios de Estado, se desvivieron por asegurarnos a todos un futuro mejor. Un lugar donde nuestros gobernantes, conscientes de la confianza que les otorgábamos, fueron consecuentes de la responsabilidad adquirida, cumpliendo escrupulosamente las funciones que se les encomendaban y realizando de forma eficiente el trabajo asignado, por el cual se les permitía vivir de forma privilegiada.
 
El niño, emocionado, comenzó a repetir las mismas frases que gritaba la multitud. Llevaba como media hora caminando entre ciudadanos como él, entre el pueblo, siempre al lado de su padre. Cuando de pronto, comenzaron a oírse explosiones cercanas, como los petardos que estaba acostumbrado a escuchar a lo largo de las fiestas navideñas, pero bastante más estridentes. Tras un momento de incertidumbre, se produjo un tumulto a su alrededor, y de forma espontánea la gente comenzó a correr en sentido contrario al de la marcha. Su padre le tomó en brazos y comenzó a correr, notaba al cabo de un tiempo su resuello, presentía su fatiga. Cuando el cansancio era inminente, le apeó de los brazos, miró alrededor y descubrió un portal abierto. Le condujo al interior, una vez dentro, le acercó al hueco de la escalera y le dijo de forma contundente: “ no salgas de ahí, escuches lo que escuches. Después volveré a por ti “. Apenas escuchó que su padre anduvo unos pasos mientras se alejaba, empezó a oír golpes, gritos, lamentos y voces.



Mientras ojeo el periódico, rememoro ejemplos de responsabilidad en titulares anteriores, a lo largo de todos estos años . Siguiendo con la ironía, observo ejemplo tras ejemplo de cómo un gobierno tras otro se han preocupado de poner los medios, para aportar soluciones a nuestros problemas estructurales: el paro, la falta de competitividad, etc. Teniendo siempre presente que en democracia - δημοκρατία – el pueblo es soberano, y manteniéndolo en todo momento informado, han ido dando los pasos oportunos, para que evolucionemos a favor de nuestro bienestar. Un bienestar para todos, sostenible, apoyado sobre bases sólidas, con trasparencia y sin engaños.


La curiosidad, pudo más que la obediencia y el niño se asomó, al principio, de forma tímida y con cautela. Lo que vio nunca lo olvidaría, su padre y otra persona a la que no conocía, eran golpeados por las porras que portaban tres policías sin escrúpulos. Sin poder contenerse, caminó hacia su padre. Durante un instante, pudo ver su expresión de dolor, lo que le dejó petrificado durante un instante. Luego continuó caminando. Justo antes de que llegase a la altura del disturbio, los policías continuaron su camino, corriendo y lanzando porrazos a diestro y siniestro, a pesar de no encontrarse bajo ningún tipo de amenaza. En el suelo, inmóvil, permanecía su padre. El niño se tiró al suelo a su lado y comenzó a llamarle y zarandearle. Pronto acudieron otras personas para tratar de ayudar, y el padre recobró en seguida el conocimiento. Lo primero que hizo fue decirle con una sonrisa forzada: “ no te preocupes, no me pasa nada. Sólo me he caído “. El niño se abrazó a su padre como si hiciese mucho tiempo que no le veía.



Siempre pensé que se trataba de poner todos los medios existentes, de forma racional, al servicio de la mayoría de los hombres, para poder crecer en busca del desarrollo de la humanidad en todos los sentidos. A pesar de ser consciente de la hipocresía de un sistema, que deja morir de hambruna a una parte importante del Planeta, por conveniencia para el enriquecimiento de unos pocos. Creía que se trataba – nobleza de pensamiento el mío – de que esa otra parte de la Tierra, que se podía considerar “ privilegiada “ luchara por los derechos de las zonas más desfavorecidas. Hoy en día el panorama ha cambiado, y aquellos países a los que hace tan sólo unos años se les consideraba ricos, están siendo atacados por la avaricia de un capitalismo voraz, que en su codicia por obtener beneficios de usura, no repara en hacer peligrar, no ya el bienestar de las gentes de estos países, sino las necesidades más básicas de sus ciudadanos para poder desarrollar una vida con un mínimo de dignidad.

 A su padre lo llevaron a observación del Hospital Francisco Franco, el actual Gregorio Marañón. Afortunadamente, la historia no tuvo mayores consecuencias, que un día en observación por la pérdida del conocimiento debido a una contusión en la cabeza, siendo tratado a su vez, de diversas contusiones y magulladuras por distintas partes del cuerpo, pero de carácter leve. Recibió el alta el lunes siguiente por la mañana. Al niño lo llevaron a casa unos compañeros de su padre. No paraba de darle vueltas a lo acontecido. Tardó varios años en comprender algunas cosas. Durante mucho tiempo le venía - a veces en sueños pero otras en vigilia – siempre la misma imagen: su padre de espaldas gritando y pidiendo ayuda, mientras él observaba sin hacer nada, como le apaleaban tres policías hasta derribarlo.

 A veces pienso que nos da igual lo que nos echen. En este país lo soportamos todo, somos de un civilizado que te rilas. Sobre todo, si de lo que se trata es de echarse a la calle a protestar porque nos están pisoteando nuestros derechos. Sé, que esto hay que cambiarlo, mejor pronto que tarde, es mi responsabilidad, la nuestra, la de todos, por el futuro y por el presente, por nuestros hijos y por nosotros mismos. También sé, que ninguna formación política que vive asentada en nuestro sistema actual, supuestamente democrático, va a contribuir de forma considerable a cambiar nada. Tenemos que ser nosotros el pueblo, los que demos los pasos pertinentes. Aún así, es evidente que no todos los partidos son iguales y que unos se encuentran más arraigados al sentir del pueblo que otros.